Qué incordio de guerra. Los bombarderos sabotean las fiestas y los del frente reclutan a los chicos. Ni siquiera podemos bailar entre nosotras porque han requisado los transistores y si cantamos delatamos las casas habitadas.
Menos mal que hay tregua a la hora de la siesta: recorro el salón de baile derruido esquivando los escombros.
Cuidado, ahí en frente hay un francotirador. No sé si quiere hacerme señas con el reflejo de la mirilla o me está apuntando a la frente.
Comentarios recientes